España XXI

Proyecto de interacción cultural transfronterizo


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Letters from the moon. Capítulo 7.

CiudadReal

(Listen while you read – new window – La inmensidad – La M.O.D.A – in Lugano-Niza 2017)

Querido O.,

Ha pasado tanto tiempo desde nuestra última carta que apenas recuerdo qué cosas te he contado y qué no. Esto de momento no es mucho problema, me he leído algunos fragmentos de las copias que guardo y me hago una idea ligera del hilo argumental: ninguno.

Quizá más adelante en esta relación epistolar la discontinuidad pueda ocasionar alguna estéril repetición pero, al fin y al cabo, será muestra de la pesadez involuntaria de un despistado patológico y, por otro lado, subrayará la importancia inconsciente de algunas de las anécdotas que tienen menor impacto literal, que no necesariamente existencial.

Han sido días aciagos en la estación.

Como en todo espacio confinado, por grande que sea, confinado, limitado, demarcado, cualquier cambio estructural afecta profundamente las costumbres y por tanto a los humores de los seres que lo habitan.

Aquellas goteras eran un problema más serio de lo que parecía así que hemos tenido corredores aislados, despachos cerrados, flujos vitales interrumpidos. Como un virus, de desconocido origen y vía de transmisión, la agitación emocional, y en algunos casos intelectual, se ha extendido entre los pobladores de la base.

De unos a otros, de otros a unos, no ha faltado quien perdiese el control de las habituales comedidas acciones y reacciones; unos antes otros después, hemos ido pasando por esta gripe de malestar absurdo, actuando a la vez como reservorios y víctimas de esta inmaterial demencia transmisible, que ha puesto de manifiesto lo obsesivo-compulsivo de nuestro habitual transcurrir, camuflado en normalidad dentro de la inmutable rutina de una estación que ha probado exigir este perfil conductual para poder sobrevivir en paz.

Pero no querría aburrirte con anécdotas cotidianas que tal vez se repliquen con frecuencia en tu entorno vital. Me gustaría contarte alguna de aquellas que te dejan sabor de haber experimentado algo esencial.

Por desgracia ando corto de inspiración, querido sobrino, sin duda tiene que ver con la influencia en la evocación de la memoria que tiene nuestro estado emocional. Dicho así tiene mucho sentido, y seguramente muchos estudios, sacrosanta evidencia IA, que lo avalen. Pensado asá, sin embargo, se me antoja una muestra más de nuestra limitada libertad individual. Ya sabes, el ello, el super-yo… asfixiando como siempre un yo desorientado que golpea las suturas craneales, ya no luchando por su libertad sino en busca de un eco que confirme su propia realidad…

Te contaré una muy absurda pero muy esencial.

Tenía yo unos 16 años, como siempre. Hacía tiempo que me gustaba el wind-surf pero era todo un problema conseguir el equipamiento, y la infraestructura necesaria para mantenerlo. Por otro lado tus abuelos, pragmáticos ellos, no tenían muy claro como aquello podía contribuir a mantener unos resultados académicos que eran lo único que consideraban me podría garantizar un futuro, o más bien una supervivencia, digna. Así tampoco estaban por la labor de hacer esfuerzos épicos para alimentar este vicio existencial.

Se dió la circunstancia de que en un club de la ciudad ofrecían cursos de formación (que yo en realidad no necesitaba, había aprendido con 9 años en Alicante) que incluían la posibilidad de mantener posteriormente entrenamientos los fines de semana con el material del club…

Abreviaré. Hice el curso. Pasaron días, pasaron semanas. Al principio todos los que hacían el curso querían quedarse para seguir practicando. Así ocurría que teníamos una sola tabla para un grupo de varias personas y en ocasiones tenías que pasar la mañana en la playa esperando para conseguir dar una sola vuelta durante unos minutos. Decía que pasaron días y pasaron semanas y la mayor parte de los aficionados fueron desapareciendo, por aburrimiento.

Yo no me aburría, no me podría aburrir. A mi esa vuelta me compensaba todas las esperas del mundo, y esas esperas, que disfrutaba pensando en lo que iba a hacer al tocar su fin, me iban a compensar todo lo demás.

Avanzados los días quedábamos pocos, cada vez era posible pasar más tiempo en la tabla y, al ser menos, el club empezó a poner a nuestra disposición más material para que todos pudiésemos navegar durante más rato…

La historia se alarga: incluso gané un campeonato. Pero también languidece: no pude recoger el trofeo porque tenía un examen al día siguiente y no hubo muchas más trasluchadas porque los rigores del curso académico eran incompatibles con la vibraciones de sal-vaje libertad que comenzaban a apoderarse de mi.

No se si piensas que la moraleja de esta historia es: trabaja por lo que deseas, siempre lo conseguirás.

Nada más lejos de la realidad. La verdadera moraleja es que si haces lo que te gusta el resultado siempre te sabrá a mar, a éxito y a libertad. Por supuesto estaba más contento cuando finalmente pude dedicar más horas a la práctica real. Pero lo que creo debes observar es que estaba disfrutando cada segundo en aquellas mañanas de esperas sin fin, que el éxito, una vez mas, está en el camino, cuando esas piedras del camino eres tu quien las coloca…

Bueno, una carta de cotidianidad y anécdota, de poco peso existencial, así es como está tu tío hoy: shallow.

Que le vamos a hacer.

Una de las cosas que pronto tuve que aprender a aceptar al tener a residentes a cargo es que es imposible transmutarse todos los días en Hipócrates o Ramón y Cajal. Aún poniendo en juego el propio orgullo personal y profesional es importante no ocultar a los discípulos las miserias de la realidad; no para entristecerles precozmente o robarles su entusiasmo jovial, sólo para que el recuerdo quede en su memoria y les ayude a aceptarse en los días, a veces aciagos, que están por llegar.

Nada más, querido,

Que andes siempre con los tobillos y pienses mucho con las orejas.

Have a rest now, be prompt later.

Te quiere.

Dr. J.